domingo, julio 30, 2006

SONRÍE


Estaba caminando por una de las praderas más hermosas de la Luna, cuando tropecé con un cráter. Casi me caigo. Nadie me vio, pero la sensación que invadió mi cuerpo me hizo sonrojarme y comenzar a reírme. “Debí verme muy tonto tropezándome con el único cráter en 5 kilómetros a la redonda”, pensé.

Y entonces miré al planeta azul. Vi una enorme sonrisa reflejada en un espejo de agua… y descubrí que la Luna me había visto.

Qué importante es poderse reir de uno mismo. Somos tan imperfectos, tan ridículamente limitados… que mientras más nos esforzamos en vivir con seriedad, con “pulcritud” en nuestros actos y preocupándonos por el “qué dirán”, más falsos, fríos, acartonados e inhumanos nos volvemos.
Desde la Luna la risa se ve diferente: se convierte en energía, en luz, en una fuerza que une, que acerca, que se contagia. La risa espontánea libera al cuerpo, estimula a la mente y oxigena nuestros sentidos.

Una sonrisa puede ser la llave del corazón de una dama, que con otra sonrisa te abre las puertas de su alma. Pero una sonrisa también salva al hombre que al querer decirle palabras de amor a una bella dama… tartamudea y se ruboriza. O a aquel hombre que involuntariamente hace el ridículo con tal de ganarse una sonrisa de su musa. Ese es el poder de una sonrisa: dar luz a la vida diaria.

Qué triste que en la actualidad una persona que va sonriente por las calles sea visto como alguien “raro”. Una persona que ríe sin preocupaciones sea tachado de “ridículo”. ¿En qué momento el ser humano llenó su existencia de una aburrida y protocolaria seriedad?... ¿en qué momento comenzó a tomarse tan en serio… que no se permite reírse de si mismo?

Alguna vez me pregunté si Dios tendría sentido del humor… y la más clara respuesta está en los momentos en que, como cuando estuve a punto de tropezarme torpemente con un minúsculo cráter… la Luna también sonríe.